domingo, 14 de julio de 2013

¡Y no te olvides de Concha!


Aunque me siento ibicenca, el seny catalán y mi sangre andaluza,
han sido una buena mezcla de cosas que me han ayudado a vivir.
La amistad es uno de los lazos más importantes que te unen a la vida.
Concha García Campoy.

A través de los auriculares, la voz de Ana Belén me acompaña con la canción Ahora –Ancora–, dándome fuerza para escribir estas líneas. Se va la noche y no me duermo, no te me irás del pensamiento... Concha García Campoy pertenecía a ese grupo de comunicadoras con estilo propio: Olga Viza, Ángeles Caso –consagrada hoy a la literatura–, Montserrat Domínguez, Julia Otero…, mujeres con enjundia, periodistas de una generación nacida a finales de los cincuenta y principios de los sesenta, cuya manera de contar la realidad jamás ha estado encorsetada, sino acompañada de veracidad, –como en prensa escrita lo son Maruja Torres, Olga Rodríguez, o Karmentxu Marín, por citar tres ejemplos–. Son muchos los compañeros que, hayan trabajado o no con ella, están resaltando, además de la profesionalidad que la caracterizaba, la magnífica persona que fue para cada uno de ellos. Generosa, solidaria, humilde, cómplice, perfeccionista, elegante, cercana, sencilla y muy amiga de sus amigos son una pequeña pincelada de lo que podemos leer en los periódicos, escuchar en las radios y ver lo que cuentan en las televisiones. También las redes sociales lamentan su pérdida, así como en los blogs personales de escritores, y en los de las gentes anónimas, está quedando plasmada la admiración y el respeto por ella, además de mucha rabia e impotencia, al ver que una vida joven y cargada de proyectos como la suya, como la de tantos otros, queda interrumpida, bruscamente, por la inexorable muerte. Sigue Ana: ...a veces hablo a los espejos, por eso saben mis secretos. Concha amaba el cine, –desde 1999 hasta 2002, pilotó  en Telecinco, el programa contenedor La gran ilusión, donde disfrutamos de grandes películas y de magníficas charlas, que tan bien manejaba con sus entrevistados–, pero sobre todo, disfrutó mucho como espectadora, y también realizando algunas colaboraciones en El rey del mambo, Los peores años de nuestra vida, o en series de televisión como 7 vidas u Homicidios. Siempre tuvo cabida en todos sus programas el séptimo arte, y nunca escatimó un comentario de elogio, o una recomendación atrevida a nuevos talentos: directores, actores, guionistas…, coincidiendo todos en una cosa: haber tenido la oportunidad y el privilegio de haberse asomado al cálido balcón de su sonrisa.
            Ahora, ahora, ahora./Hago mil cosas que no debo/tiro una piedra sobre tu ventana... Varios recuerdos se agolpan en mi memoria y piden paso para salir: entrevistas inconfundibles con la marca Campoy que me emocionaron y de las que tanto aprendí, telediarios con el corazón en un puño, donde la serenidad de Concha armonizada en su rostro nos ponía al corriente de la actualidad. El 12 de marzo de 1988 yo estaba pegada a la radio, llena de ilusión y de esperanza, con los nervios de oyente bien puestos en su sitio. Sintonizaba Radio Madrid, porque en breves minutos la Cadena SER estrenaba nueva programación para el fin de semana, una apuesta cargada de frescura, de rigor, de sentido del humor, de mucho respeto y mucha profesionalidad. Empezaba  A vivir que son dos días y al frente de esos micrófonos Concha García Campoy, junto a Javier Rioyo, entre otros; un equipo joven y lleno de ideas innovadoras.
            Hay un momento difícil y memorable en la historia de la televisión, una imagen que se me ha quedado grabada –aunque debo confesar que con alguna laguna–. Es aquella en la que están Luis Mariñas y ella, en un estudio de TVE, al frente del telediario 1. Acababan de recibir la llamada que les anunciaba la colocación de un artefacto explosivo en el Ente público. Desalojaron el edificio y se quedaron solos, porque, como escribió Concha nada más estrenar su blog en la web de Telecinco: “Decidimos quedarnos porque entonces éramos la única ventana  y el símbolo de que no se cedía al chantaje –aún no habían aparecido las privadas, la digital y todavía faltarían unos años para que Internet irrumpiera en nuestras vidas–”. Años después la escuché decir en algún sitio que pasaron un miedo terrible y que le pidió a Luis que la cogiera de la mano fuera de plano, porque, si iba a morir, quería hacerlo sintiendo el calor de quien fuera uno de sus grandes amigos.
            Se va la noche y no me duermo, y los segundos son tan lentos... Así imagino que habrán pasado la noche Manuel Campo Vidal, Fernando G. Delgado, María Rey y María Escario –algunos de sus amigos y compañeros–, dejando pasar los segundos,  resistiéndose a manejar la actualidad sin la opinión inteligente y crítica de Concha, a hablar de la Campoy en pasado, y a seguir adelante, porque no queda otra, aunque a cada uno de ellos, y a la propia Ibiza –donde se crió y creció a pesar de haber nacido en Terrassa, Barcelona– se le haya apagado un poco la luz. Estoy segura de que los medios de comunicación se han quedado más huérfanos, y nosotros también. Seguramente, la Concha, mujer de radio, estará en algún punto del dial que todavía no hemos sintonizado. Quiero concluir reconociendo la entereza que tuvo afrontando la enfermedad con optimismo y valentía, siendo un ejemplo a seguir por los suyos, y por quienes lo hacíamos a la sombra. Voy cerrando estas palabras, emocionada, este pequeño homenaje hecho con humildad, para una de las grandes, al mismo tiempo que la voz de Ana Belén acaba la canción con fuerza, y me ayuda a mí con el final: Aunque me encontrara un ángel, dudaré, si me hará volar tan alto como tú

Nota: En 1962 sobrevivió en la riada del Vallés, sin embargo, en 2013 no ha podido ganarle la batalla al cáncer. Me consta que la Academia de las Ciencias y las Artes de Televisión, ya están buscando la manera de perpetuar su nombre. Concha García Campoy debe ser un referente de buen periodismo para las generaciones venideras. DEP